El despertar desnudo de una vida rota,
marcada por los pasos de un naufragio turbio.
El dulce sosegar de un adiós.
Un túnel tenebroso y fugaz.
Somos materia propulsada por los
latidos del corazón, que riega nuestro cuerpo, somos un soplo de
aire, nada más..
Anclados súbitamente a la existencia,
nuestra propia existencia, esa que tiene un punto de partida y un
destino final con fecha de caducidad, que burla continuamente nuestro
paso por este mundo.
Quizá el sentido de la vida sea la
muerte, o quizás la eternidad, tan sólo nos queda vivir.