domingo, 9 de enero de 2011

LISBOA

REINA DE MARES.

Huele a historia, a pescado, a mar. Estrechas calles empedradas, cubiertas por un cielo enmarañado, carreteras con cicatrices, síntomas del vai-vén de los tranvías que suben y bajan del Castelo do Sao Jorge. A lo lejos, una Torre Blanca se adentra en el agua, custodiada por los descubridores, donde el río y el mar se funden en un cálido abrazo lleno de libertad, bajo el Puente 25 de Abril.

Fernando Pessoa toma un café en Chiado, entre tiendas y centros comerciales. Desde el elevador de Santa Justa las palomas vuelan hacia el gentío de Praça do Rocío, mientras un temblor silencioso recorre el suelo, a causa de la vida interior del metro.

Una flor: un clavel, una canción: un fado, un nombre: Lisboa.



Jara Piñero Gabardino.

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